Venezolanos en Sudamérica: El éxodo más acelerado
La diáspora de Venezuela recuerda otras que afligieron a países de nuestra región. Lo que asusta es la velocidad con que el deterioro de la crisis expulsa a los venezolanos de su tierra
Una
multitud espera atravesar el puente internacional Simón Bolívar, vía de
alto intercambio migratorio que enlaza a las poblaciones de San Antonio
(Venezuela) y Cúcuta (Colombia). (Foto: AFP)
Las
imágenes del puente Simón Bolívar –que conecta el estado venezolano de
Táchira con la colombiana ciudad de Cúcuta– atestado de hombres, mujeres
y niños que, casi con lo puesto, huyen de la grave crisis que asuela al
país de las arepas son las más sobrecogedoras pero no las únicas de una
escena que se repite hoy en la mayor parte de Sudamérica.
Sea en el
estado brasileño de Roraima, en Lima, en Quito o en Buenos Aires, los
venezolanos cada vez son más. ¿Estamos ante la mayor ola migratoria en
la región en el último medio siglo? Dos expertos en el tema, uno peruano
y otro venezolano, nos dan algunas luces.
“Tenemos la
migración mexicana, que es la segunda más grande del mundo, con unos 11
millones que han salido del país, y también la colombiana, una diáspora
sistemática desde los años 60 que supera a la venezolana”, puntualiza el
sociólogo y catedrático Tomás Páez Bravo.
El
investigador nacional Teófilo Altamirano recuerda también el éxodo
peruano. “Comparativamente, la migración venezolana aún no alcanza ese
rótulo, en nuestra época del terrorismo, la violencia y la crisis casi
dos millones de peruanos se fueron del país en un lapso de 20 años”.
Migrantes
venezolanos cargan sus pertenencias por el puente internacional Simón
Bolívar, que enlaza a las poblaciones de San Antonio (Venezuela) y
Cúcuta (Colombia). (Foto: EFE)
Coinciden ambos, eso sí, en que lo de Venezuela es
un proceso en curso que puede desbordar cualquier cálculo. “Esta
migración del hambre y de la inseguridad es ciertamente preocupante,
estamos ante una explosión en la que lo peor es que no se ve a corto ni a
mediano plazo una solución”, agrega Altamirano.
“Lo que vive hoy Venezuela es
quizá la diáspora más acelerada de todas, creo que ningún país
latinoamericano a lo largo de su historia ha llegado tan rápidamente a
esta situación de escasez de alimentos y medicinas”, puntualiza Páez.
El testimonio
de un venezolano recién llegado a Bogotá exime de mayor análisis: “No
estamos aquí porque queramos, teníamos que huir de la silenciosa muerte
por hambre”.
Etapas de una avalancha
Por la puerta
de salida que se abrió tras la llegada de Hugo Chávez al poder en 1999
ya han circulado, según la consultora Eurasia Group, cerca de dos
millones de venezolanos.
En estas dos
décadas desde entonces, pueden distinguirse hasta tres oleadas. La
primera alcanzó a diversos segmentos laborales: los trabajadores del
petróleo –que fueron perseguidos y expulsados–, los profesionales de la
salud, los periodistas, entre otros. Esta fase llegó hasta el 2011.
Carlos Urriola, que en Venezuela era un estudiante de Derecho, vende las tradicionales arepas en Lima. (Foto: Reuters)
Desde ese
año, el fenómeno se disparó porque se terminó el período de bonanza.
Todas las cuentas empezaron a decrecer, se incrementó el cierre de
empresas y el marco legal para el desarrollo de la propiedad privada se
volvió más asfixiante. El 90% de migrantes en esta segunda ola tenía un
grado académico y EE.UU. era el destino más buscado.
A partir del
2015 se ha desatado el torbellino y la expatriación forzada se ha
diversificado y atrapado a gente de todo nivel social y académico. “En
esta tercera etapa los destinos son más cercanos debido a la dificultad
para hallar dinero y a que muchas aerolíneas extranjeras ya han dejado
de operar en Venezuela”, destaca Páez.
(Infografia: El Comercio)
¿Países de inmigrantes?
Iván de la
Vega, investigador de la universidad caraqueña Simón Bolívar, apunta que
en 1995 había venezolanos en menos de 20 países. Para el 2015 la cifra
de migrantes no solo se había multiplicado, sino que se había
desperdigado en otras 94 naciones.
El punto de
conflicto es que acaso la mayoría de esos lugares de destino no son
países de inmigrantes. El profesor Altamirano pone al nuestro como uno
de los ejemplos: “El Perú posee probablemente una de las legislaciones
migratorias más avanzadas en la región, pero es notorio que no somos un
país de inmigrantes y, por ello, nos alarma ver a tantos venezolanos”.
Una venezolana sostiene a su bebé mientras responde algunas preguntas de las autoridades migratorias de Colombia. (Foto: AFP)
Hoy se
recuerda, para despertar la solidaridad regional, que cuando las
dictaduras arreciaban en Sudamérica, Venezuela cobijó a miles de
migrantes. “No tenemos idea de cuánto tiempo durará este problema”, dijo
desesperanzado un venezolano esta semana al llegar a Buenos Aires.
Estar preparados, a nivel de gobierno, para esta larga convivencia es
clave.
“La única nevera llena en Venezuela es la de la morgue”
—Usted habla de un proceso inédito en Venezuela...Venezuela
siempre fue un país de inmigrantes, ha recibido tanto a europeos como a
sudamericanos. En sus 200 años de historia la única migración algo
gruesa fue la política, en la primera mitad del s. XX, por la
persecución de regímenes militares. Pero nada como esto.
—Enfatiza no solo en la escasez y el hambre, sino también en la inseguridad como razones.No
tenemos guerrilla, como en Colombia, o terrorismo, como en el Perú y
otros países, pero en los 18 años de chavismo tenemos más de 350 mil
decesos por homicidio, casi tantos muertos como en la guerra en Siria.
—¿Y estas cifras van en aumento?Hubo
aproximadamente 26 mil homicidios en el 2016 y unos 29 mil el año
anterior. Hay dos frases duras que circulan y sintetizan este doble
problema. Una: “La única nevera llena en Venezuela es la de la morgue”. Y
la otra es la que recogimos de varios padres en nuestro estudio: “Yo
prefiero despedir a mis hijos en el aeropuerto que en el cementerio”.
—¿El migrante venezolano está dispuesto a volver?Es
tal el desánimo por el deterioro económico y la criminalidad que el 80%
de venezolanos consultados no quiere regresar; incluso con un cambio de
régimen, la cifra baja, pero no demasiado. El 100% sí quiere colaborar
con la reconstrucción del país desde el sitio en que se encuentran hoy.
—¿Cómo califica la reacción de los países vecinos?La
inmigración es buena, crea empleo y demanda, y eso genera
encadenamientos. Pero si esta es enorme puede generar desajustes, sobre
todo en estados no acostumbrados a recibir tal carga. Igual creo que
toda la vecindad se está comportando a gran altura.
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