martes, 28 de agosto de 2018

¿VALE LA PENA CAMBIAR LA CONSTITUCION POLITICA DE 1993?

El facilismo de querer cambiar la Constitución para cambiar el país

Hay en el Perú una vocación por tirar al tacho nuestra carta magna con cada crisis. Nadie pretende señalar que se mantenga como está. Pero para eso está la enmienda.

Congreso
EN SUS MANOS. Las modificaciones constitucionales puede hacerlas el Congreso cuando los nuevos tiempos así lo exijan. (USI)
Mijael Garrido Lecca
MIJAEL GARRIDO LECCA
Cada vez que una crisis acecha la frágil estabilidad de nuestro sistema republicano, alguna voz se alza para pedir que se cambie la Constitución,para poder así empezar nuevamente. Esta idea de que si logramos concebir una Constitución perfecta, los problemas encontrarán, de inmediato, su solución no es nueva. De hecho, a pocos años de cumplir dos siglos de nuestra independencia, hemos cambiado de Constitución nada menos que 12 veces.
La idea de refundar la patria consignando nuevos cánones constitucionales es, como acabamos de decir, una que se ha puesto en práctica en varias oportunidades. Sin embargo, la experiencia no ha derogado la voluntad de los políticos, que –frente a cualquier titubeo– proponen la celebración de una Asamblea Constituyente que tenga como objetivo concebir un nuevo texto constitucional que –dicen ellos– conducirá al Perú a un mejor puerto.

¿Qué es la Constitución?

La Constitución es el cuerpo de normas que inspira los valores que le dan forma al sistema legal de un país. El texto constitucional debe marcar los límites dentro de los cuales el Estado podrá operar frente a los ciudadanos. Estos límites, naturalmente, irán cambiando conforme a la evolución espontánea de la sociedad. Así, la Constitución deberá ir recogiendo estos cambios para estar de acuerdo con el ritmo de la ciudadanía. La pregunta es cómo debe cambiar.
Gonzalo Zegarra indica que el dinamismo constitucional es innegable; apunta, sin embargo, que la forma republicana de alterar el marco del texto es la enmienda. La propia Constitución pone a disposición de los ciudadanos mecanismos para cambiar lo que se estime adecuado. Hemos intentado crear una “Constitución perfecta” por casi 200 años y hemos fallado 12 veces. Quizás sea la hora de tratar de mejorar lo que se tiene con las herramientas hábiles.

¿Por qué enmendar y no cambiar?

La Constitución es la base de la república. Es el texto que plasma la forma en la que quienes integran un país conciben sus valores, derechos, deberes y prioridades. Pretender que un texto constitucional vaya a permanecer inmutable en el tiempo tan ridículo como pensar que una sociedad permanecerá congelada en sus usos y costumbres. Y la costumbre, justamente, es también fuente de Derecho. Por eso es que debemos enmendar y no cambiar.
Las repúblicas mejor enraizadas de la tierra difícilmente cambian sus constituciones, como nos recuerda Enrique Ghersi: los Estados Unidos han tenido una sola Constitución desde su independencia hasta el día de hoy. Y eso no significa que sus valores no hayan experimentado cambios drásticos. Bajo el amparo de esa misma Constitución se esclavizó a la población afrodescendiente; sin embargo, no se cambió el cuerpo completo, solo se hizo una enmienda.
Ghersi agrega que en el Perú nunca ha habido una Constitución, sino una suma de manifiestos revolucionarios, dado que cada texto corresponde a un golpe de Estado previo. Esto, naturalmente, tiene que detenerse.

A río revuelto, ganancia de pescadores

Muchas veces, quizás demasiadas, los políticos utilizan crisis políticas de cualquier índole para endilgarle la responsabilidad del mal funcionamiento de las cosas a la Constitución. El asunto está, como señala Fernando Tuesta, en que la cantidad de constituciones que un país ha tenido podría bien ser un indicador proporcional de su estabilidad política. Nuestras 12 Constituciones son un claro indicador de que estamos lejos de ser una república bien enraizada.
Tuesta añade que las Constituciones deben ser permeables al cambio. Pone dos ejemplos: en la propuesta del Poder Ejecutivo se opera bajo la lógica de que en la Constitución debe colocarse todo: en formas y detalle. Así, por ejemplo, la propuesta de bicameralidad indica la cantidad de representantes y la forma de elección (eso solo pasa en la Carta del 93) o explica los límites al financiamiento de una campaña, pero ese asunto ya está perfectamente delimitado en la ley.
Entonces: frente a una crisis, las diversas tiendas políticas pregonan la necesidad de una nueva Constitución que permita hacer borrón y cuenta nueva y empezar desde cero y, así, maquillan una voluntad discreta de cambiar alguno de los capítulos de la Constitución vigente. El régimen económico, digamos. Puede perfectamente uno no estar de acuerdo con él, pero ahí es que se utiliza la enmienda y no hay la necesidad de patear el tablero y empezar de nuevo.

La adultez republicana

Nadie pretende señalar que la Constitución se mantenga como está. La cuestión pasa por comprender que si el dinamismo de la sociedad va a ser un factor a la hora de confeccionar la Constitución, debemos alejarnos de esta vocación adolescente de querer empezar de nuevo con todo cada vez que no estamos de acuerdo con algún extremo o incluso capítulo de la Constitución. Las repúblicas utilizan la enmienda.
Tenga en cuenta:
  • En casi 200 años de historia republicana, el Perú ha tenido 12 textos constitucionales. Quizás la receta no sea la adecuada.
  • Fernando Tuesta señala que el número de constituciones que un país ha tenido podría ser un indicador proporcional de su estabilidad política.

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